La Capital luce un espejo de agua por bañada en lágrimas de argentinos que lloran la pérdida del último dinosaurio. Tan emocionales como adaptativos lloran los mismos que piden a gritos unas leyes duras con gobierno duro y armas que vengan a "salvarlos" de los niños malos por paridos en las ruinas de un país arrasado por la dictadura genocida y los votos sucesivos al neoliberalismo. Para entender a un argentino hace falta otro argentino y la gente hace muy bien en llorar porque con Alfonsin termina la vieja política y sospecho que vamos para peor.
Lo que termina es el lider políticamente correcto, orientado al servicio, la vocación y a unos férreos principios donde enjuiciar o indultar a los culpables de genocidio tiene el mismo valor porque la ideología no tiene tanta importancia como la defensa a ultranza de las instituciones donde se educaron nuestros octogenarios padres.
A mis padres los entendí solo al final. El servicio y la vocación tienen mucho de religión y del sí porque sí y no porque no, pero como algunos de sus principios como el respeto, el compromiso y la responsabilidad se me fueron pegando y coincidentemente con ello se me hizo otra luz, terminé por alinearlos en unas nuevas razones.